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25 de Marzo de 2018
Domingo | 18:00 h.
Terrassa - Auditorio Municipal
Réquiem, Domenico Cimarosa
D. Cimarosa
Réquiem en sol m.
Alfred Cañamero, director
Ulrike Haller, soprano
Tànit Bono, mezzo
Joan Garcia-Gomà, barítono
Coral Mixta d'Igualada
En 1787 Domenico Cimarosa fue invitado a San Petersburgo por medio del Duque de Serra Capriola, el ministro de Nápoles y Sicilia acredidado en la corte rusa. Solamente diez días más tarde murió la Duquesa de Serra Capriola, le esposa de su patrón, y a Cimarosa se lie encargó componer rápidamente la música por su funeral: el Réquiem en sol menor.
La música de Cimarosa, ya sea sacra o profana, es un reflejo de la serenidad de su personalidad. Y su Réquiem no es una excepción: no hay un dolor visible sino tan solo el consuelo en la certeza de la vida eterna. Las melodías y la época en que fue escrita la obra (cuatro años antes de que W. A. Mozart compusiera su Réquiem) quizás nos pueden traer a la mente a Mozart, el compositor que, según los gustos de la época, estaba considerado un genio menor que Cimarosa, aunque éste consideraba a Mozart “el más grande de todo los músicos”.
Domenico Cimarosa nació en diciembre de 1749 en Aversa (Italia). Huérfano de padre fue tutelado en su educación musical y humanística por un sacerdote organista de Nápoles, el padre Polcano, quién también le proporcionó ayuda económica para entrar en el Conservatorio de Loreto.
Fue considerado como uno de los compositores de ópera más importantes de la época, hasta al punto que sus óperas fueron dirigidas por el propio Haydn en Eszterháza y escenificadas por Goethe en Weimar. Antimonárquico y favorable a la proclamación de la República Partenopea por las tropas francesas, fue condenado a muerte a la vuelta de los Borbones y gracias a la intercesión de admiradores influentes su sentencia fue conmutada.
“Cimarosa es el més grande de los poetas musicales italianos del amor”, dice Stendhal.
La música de Cimarosa, ya sea sacra o profana, es un reflejo de la serenidad de su personalidad. Y su Réquiem no es una excepción: no hay un dolor visible sino tan solo el consuelo en la certeza de la vida eterna. Las melodías y la época en que fue escrita la obra (cuatro años antes de que W. A. Mozart compusiera su Réquiem) quizás nos pueden traer a la mente a Mozart, el compositor que, según los gustos de la época, estaba considerado un genio menor que Cimarosa, aunque éste consideraba a Mozart “el más grande de todo los músicos”.
Domenico Cimarosa nació en diciembre de 1749 en Aversa (Italia). Huérfano de padre fue tutelado en su educación musical y humanística por un sacerdote organista de Nápoles, el padre Polcano, quién también le proporcionó ayuda económica para entrar en el Conservatorio de Loreto.
Fue considerado como uno de los compositores de ópera más importantes de la época, hasta al punto que sus óperas fueron dirigidas por el propio Haydn en Eszterháza y escenificadas por Goethe en Weimar. Antimonárquico y favorable a la proclamación de la República Partenopea por las tropas francesas, fue condenado a muerte a la vuelta de los Borbones y gracias a la intercesión de admiradores influentes su sentencia fue conmutada.
“Cimarosa es el més grande de los poetas musicales italianos del amor”, dice Stendhal.