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"Rèquiem" W.A Mozart
Josep Prats, director
Coral Cantiga
Una de las obras más populares del compositor austríaco (y probablemente de todo el repertorio sinfónico académico) es su aclamado Réquiem, una obra que se ha convertido en mitológica. A su inmensa calidad artística se han añadido las circunstancias de su misterioso origen y su dramático desenlace.
Aparte de guiones cinematográficos, efectivamente Mozart nunca supo quién le encargaba la Misa de Difuntos, a través del misterioso emisario. Ahora sabemos que no fue ni Salieri ni otros rivales, sino el conde Walsseg-Stuppach, con la intención de hacerla pasar como obra propia y dedicarla a la muerte de su difunta esposa ...
En cualquier caso, el obra se convirtió en el canto del cisne del compositor, y quedó inacabada. Hasta aquí nada nuevo. Lo menos conocido es que, con el fin de cobrar
la segunda parte del encargo, la viuda encargó la finalización de la obra no a su discípulo preferido y casi parte de la familia, Süssmayr, sino a otro joven compositor vienés, Joseph Eybler. Debemos suponer, pues, que fue una de las últimas voluntades del compositor al escoger su contemporáneo más capaz para completar la obra.
Eybler instrumentó toda la Sequenza, pero ante la hoja blanca del Lacrimosa no se vio en capaz de estar a la altura del maestro, y devolvió la partitura a la viuda. Fue entonces cuando asumió el encargo Süssmayr, versión que se ha convertido como tradicional. El estreno de esta obra se produjo en Viena el 2 de enero de 1793 en un concierto en beneficio de la viuda de W.A.Mozart.
De toda esta historia, probablemente magnificada por leyendas y anécdotas más o menos contrastadas, el elemento más importante es el contenido final: una obra de una gran intensidad y con una carga emocional sobrecogedora. Una obra que envía el llanto del último aliento de uno de los grandes genios de la historia de la humanidad.
"Mozart creaba más con menos de lo que otros
grandes maestros hacían con mucho"
P.Lichtenthal
Aparte de guiones cinematográficos, efectivamente Mozart nunca supo quién le encargaba la Misa de Difuntos, a través del misterioso emisario. Ahora sabemos que no fue ni Salieri ni otros rivales, sino el conde Walsseg-Stuppach, con la intención de hacerla pasar como obra propia y dedicarla a la muerte de su difunta esposa ...
En cualquier caso, el obra se convirtió en el canto del cisne del compositor, y quedó inacabada. Hasta aquí nada nuevo. Lo menos conocido es que, con el fin de cobrar
la segunda parte del encargo, la viuda encargó la finalización de la obra no a su discípulo preferido y casi parte de la familia, Süssmayr, sino a otro joven compositor vienés, Joseph Eybler. Debemos suponer, pues, que fue una de las últimas voluntades del compositor al escoger su contemporáneo más capaz para completar la obra.
Eybler instrumentó toda la Sequenza, pero ante la hoja blanca del Lacrimosa no se vio en capaz de estar a la altura del maestro, y devolvió la partitura a la viuda. Fue entonces cuando asumió el encargo Süssmayr, versión que se ha convertido como tradicional. El estreno de esta obra se produjo en Viena el 2 de enero de 1793 en un concierto en beneficio de la viuda de W.A.Mozart.
De toda esta historia, probablemente magnificada por leyendas y anécdotas más o menos contrastadas, el elemento más importante es el contenido final: una obra de una gran intensidad y con una carga emocional sobrecogedora. Una obra que envía el llanto del último aliento de uno de los grandes genios de la historia de la humanidad.
"Mozart creaba más con menos de lo que otros
grandes maestros hacían con mucho"
P.Lichtenthal